En el escenario amplio que plantea esta temática los intereses comunes se convierten en un pretexto para reflexionar, desde el cuerpo, sobre las sutilezas de la perversión y el sufrimiento. ‘El ser se acerca al Eros, a veces de forma abrupta, y otras con las mejillas sonrojadas. Pero nunca, absolutamente, puede escapar de sus sentidos; pues estos invitan a acercarse al objeto de su deseo. Es probable que en algunas ocasiones tenga un final fallido: allí encuentra su Tánatos, y comienza nuevamente a configurar los restos de la vida placentera, plagada de lunares de muerte’, comentan los artistas.
Marysol Ochoa expone dos obras. En ‘Castillo’ se presenta vestida como una novia, símbolo de pureza e inocencia, con el traje lleno de rosas rojas. Al acercarse a una de las paredes de la galería empieza a tomar uno a uno lo pétalos que va pegando delicadamente el la pared, gracias a la leche-pegamento que mana de uno de sus pechos. Lentamente se configura la silueta de un castillo. Una vez concluido, traza con el resto de los pétalos un camino que partiendo de la puerta del castillo la lleva a un lugar indeterminado.
La obra se constituye en una alegoría a la gestación, a veces exitosa, a veces truncada, que acá propone el castillo como imaginario del hogar que se espera construir con amor y entrega propia, un sueño esperado, pero que tal vez nunca será. En sus propias palabras: 'un camino de lágrimas derramadas construye el elogio al deseo de poseerte. Se despliega de nuevo el aliento de un ser preconcebido. Contengo vacío, y llena de ti, me muevo lentamente hacia el rastro que ha dejado tu existencia'.
‘Ice Cream Cubes’ aparece como su segunda obra en esta muestra. Una instalación de nueve cubos de materia rosa, alineados en filas de tres por tres, gotean uno sobre el otro una sustancia sanguinosa que finalmente mancha el piso. Una alegoría al embarazo interrumpido:
'Epifanías: el rechazo, la impaciencia, la impotencia…
Al final, la súplica de una vida que aunque deseada nunca fue'.
Jorge Luis Múnera presenta tres obras en la muestra, dos pérformances y un conjunto de pinturas que invitan a la interacción. ‘Hombre cabina No. 1’ consiste en una cabina blanca que posee un vidrio negro, desde su interior, de manera sutil al principio y luego con unos gestos más evidentes, va develando su auto-retrato. Concluido el dibujo básico, procede a descubrir superficies más amplias que dejan adivinar la desnudez de su cuerpo tras la superficie raspada al vidrio. Una confrontación entre la imagen dibujada, la imagen pictórica y la imagen real se pone en evidencia acá. Más, al acercamiento del público al la cabina, en la que es evidente la desnudez del artista, la iluminación desaparece para dar paso a la oscuridad. Se activa así un juego en el que el querer ver se confronta con la prohibición, desencadenando así el mecanismo del deseo.
En su segunda obra, ‘Hombre espejo No. 3’, Jorge Múnera se acerca al público asistente con un cubo de espejos por cabeza, enfrentando a los asistentes a un juego entre el cuerpo ajeno que se suma a la imagen propia en el espejo. Aquí se propone una disolución de las fronteras del yo, se invita a que el carácter de individuo sea ampliado en una corporeidad ajena.
Cierran la exposición cinco pinturas de la serie ‘Intra-censura’. Se trata de obras que representan mujeres desnudas y que proponen un grado medio de interactividad con el público. En dos de las obras la acción se traduce en un acto tan simple como retirar una rosa de la pintura, con lo cual se descubre una parte del cuerpo y deja abierta la posibilidad de que quien lo hace vuelva a cubrir esa desnudez o continúe con el juego. En otras dos la invitación se hace en términos de introducir las manos en las partes íntimas de las mujeres representadas, con lo cual se activan y se cuestionan los límites del fetiche y del pudor.
En la última obra, se observa la silueta oscura de una mujer, en tanto en una estrella, como las de la censura de la genitalidad de las mujeres en las salas X, aparece pintada una vagina de la que sobresale el clítoris rojo. Quien decide pulsar su límite interior puede presionar el pequeño botón, que activará la luminosidad de la pintura para dejar ver a cambio de la silueta oscura un conjunto de rosas secas y un texto que anuncia en evocación poética:
‘¿Qué buscas en mi?
¿Qué encuentras en mi?
¿Qué quieres de mi?
Ahora suenas un poco a mi,..
Ahora tengo un poco de ti, no demasiado, solamente un reflejo.’
El público interactúa con las obras, en ocasiones con risas nerviosas, otras con satisfacción, no pocas veces con resquicios de moral. Las obras activan en el público un mecanismo erótico complejo: no es fácil escapar del fantasma del cuerpo femenino desnudo, que cobra presencia latente intimidando a algunos y estimulando a otros. Bien por afirmación o por negación, los límites de la transgresión erótica se ponen en escena.
Carlos Galeano
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