miércoles, 25 de mayo de 2011

47. Aurora Pineda y Juan Ricardo Urrego. STATU QUO, EL ESTADO DE LA CASA. PERFORMANCE TÉ. Abril 2, 9 14 y 30 de 2011

En uno de los tantos de sus viajes, Gulliver se encuentra con grupo social que ha padecido una peculiar mutación en su cabeza. La boca se ha desplazado a derecha o izquierda; los ojos han sufrido un giro axial, de modo que tienen un ojo superior y otro inferior; la verticalidad de la nariz ha sido sustituida por una línea horizontal; una de las orejas se sitúa en el lugar de la garganta en tanto que la otra corona la altura superior de la cabeza, apuntando al cenit. Cada uno de estos sujetos debe caminar asistido por un ayudante, quien le golpea con una vejiga de cuero en la cabeza a fin de sacarlo del encierro mental y hacerle notar la existencia de algún obstáculo o vacío que ponga en riesgo su integridad.


Ahondando en su natural curiosidad, Gulliver descubre que estos excéntricos personajes son en realidad los filósofos, que en el giro sostenido de su cabeza, que acompaña el gesto meditativo de sus pensamientos abstractos, han terminado por modificar su figura. ‘El sueño de la razón produce monstruos’, diría Goya.

Si bien estos personajes provienen de la literatura, no por ello debemos pensar que el absurdo sea ajeno a nuestras acciones diarias. Deberíamos tener un certero campanazo de alerta al reconocer que buena parte del protocolo que sustenta las acciones de la casa tiene su origen en las reglas de comportamiento y acción ampliamente desarrolladas en la estricta racionalidad de la cultura inglesa.


La forma de presentar la mesa, el orden al sentarse en ella, la secuencia al servir el alimento, la disposición a la limpieza, la verticalidad del pliegue del planchado, los modales de la cortesía ante el visitante, la medida precisa de la cortina, la utilización de la vajilla de ocasiones especiales, la constatación del orden personal ante el espejo, la combinación armoniosa en las prendas de vestir, el uso del instrumento adecuado para sacudir el polvo, la blancura impecable de la servilleta, la cortesía, el agradecimiento, la boca cerrada al comer; todas ellas son normas sociales que han devenido en acciones naturales.

Sin embargo, cabría preguntarse cuáles formas ‘naturales’ tendríamos si las normas sociales fueran distintas. Y más aún, podríamos cuestionarnos qué tan ‘naturales’ son las normas sociales que hemos acogido. ‘Statu Quo, el estado de la casa’, nos lanza una pregunta irónica en ese sentido doble. En un juego entre lógica y absurdo nos muestra qué tan incoherentes pueden llegar a ser nuestras acciones diarias y nos invita a pensar en un orden diferente, tal vez más propicio a nuestro temperamento tropical.

Carlos Galeano

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