Al lado de Rosemberg Sandoval, Fernando Pertuz se ha venido perfilando como uno de los dos performistas más importantes de Colombia en los últimos lustros. La crudeza y contundencia de sus performances y acciones que tienen tanto de tierno como de terrible, de humano como de abominable, le han convertido en un ícono de la rebeldía, el desapego y el comentario crítico pero fundamentado sobre las terribles realidades de nuestro país. Para su presentación en Casa Imago convocó a un numeroso público que tomó su lugar en la sala de la galería. Al fondo, detrás de una mesa con la superficie llena de manzanas rojas, Pertuz se sumerge en un silencio que se propaga mientras su mirada escanea al público.
Cuando hasta el mínimo murmullo se ha acallado, el artista toma un par de vendajes médicos con los que tapona sus ojos para quedar ciego en el espacio. Toma entonces una manzana y cruza a tientas la galería hasta que en su camino se topa con el cuerpo de alguno de los asistentes. De manera delicada le toma las manos y deposita en ellas la manzana para luego acercar su cabeza hasta el oído y susurrarle algo que nadie más puede escuchar.

La persona guía al artista de regreso hasta la mesa y dando media vuelta retorna a su lugar. Pertuz recorre de nuevo con sus manos la mesa llena de manzanas para tomar otra y reiniciar su acción: deambula a tientas, su cuerpo choca con el de alguien, le entrega la manzana con delicadeza, le susurra al oído y es acompañado de regreso hasta la mesa. 60 manzanas para 60 asistentes, cada uno de los cuales habrá de esperar a que el artista se lo encuentre a tientas para entregarle el fruto y susurrarle al oído a manera de sentencia, de mandato, en ejemplo vivo: ‘has el bien y no mires a quién’.
Carlos Galeano
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